El país entero está cansado de toda manifestación violenta y por esta razón ya no creen ni obedecen a los llamados de políticos incendiarios, ni mucho menos a actitudes de odio y temor para definir el rumbo del país, tal como quedó demostrado en forma contundente, esta semana, con los dos días de huelga convocados por las centrales obreras y aupadas desde tiempo atrás por el propio presidente de la república.
Nunca en la historia política del país, se había visto que el propio mandatario nacional llamara a la rebelión de las masas en la búsqueda de apoyo a sus proyectos de cambio y se constituyera en el primer eslabón de confrontación entre el Ejecutivo y el Legislativo, creando un espíritu de violencia que ofende a los colombianos que han clamado desde hace más de sesenta años por la convivencia pacífica y esperaban que un líder de primer plano utilizara su facilidad para el discurso y la elocuencia en beneficio de la paz y no de la violencia, tal como lo ha efectuado el presidente ante sus propios seguidores, amparándose en una falsa concepción de la democracia que la saca de la legitimidad del Congreso para trasladarla a la esfera oscura y nebulosa de la soberanía popular.
Tan asqueados están los nacionales de la confrontación entre ricos y pobres, que los propios jóvenes del llamado “estallido social” desobedecieron las órdenes soterradas provenientes de la convocatoria para paralizar la economía del país durante dos largos días de incertidumbre y actos de caos y violencias, porque han tomado conciencia de que no quieren más desenfrenos, más sangre por las calles de los pueblos y ciudades, en otras palabras, ya “no tragan entero”.
Un verdadero Jefe de Estado no debería dedicarse durante todo su mandato a dividir a los colombianos, entre buenos y malos, porque simplemente no le aprueban sus puntos de vista, clasificando y ahondando las diferencias entre las clases sociales existentes, que así será toda la vida, no todos pueden ser ricos, ni tampoco, todos pueden ser pobres, es esencial que trabaje por la real y responsable distribución de la riqueza, para que toda una comunidad alcance a vivir con dignidad y disfrutar de los resultados de su trabajo normal sea la ocupación que defina su existencia en el diario discurrir.
Ya se pudo comprobar que al Presidente actual, no le sirve nadie a su lado, ni sus más íntimos amigos, cuando no obedecen a sus órdenes autoritarias, todos los ministros y demás funcionarios con altas responsabilidades han dado un paso atrás, antes de continuar sobre las ruedas de un mandato incierto, soñador y embustero, que no corresponde a las realidades sociales políticas y económicas del presente siglo. Sumido el país en la más grave crisis de inseguridad, jamás antes vista, se espera que las autoridades no continúen “atadas” ante las órdenes contradictorias, porque no se les puede prohibir que luchen por la protección, honra y bienes de los colombianos.
Es hora de la sensatez, para que la reconciliación, sea por fin un propósito del gobierno central, tal como está consignado en el acuerdo de paz firmado en La Habana, el pueblo colombiano está cansado de la confrontación. ¡BASTA YA!