Hace ya mucho rato que el congreso de Colombia, el órgano que nuestro sistema democrático instituyó para que legisle y trabaje en pro del bienestar de la ciudadanía, está actuando de espalda a la realidad del país y sigue produciendo leyes que causan hilaridad y en ocasiones quedamos los ciudadanos lanzando el ¡PLOP!, expresión que hiciera famosa Condorito, la reconocida historieta chilena.
Las más reciente gracia de los “padres de la patria” tiene que ver con la aprobación de la Ley antichacleta promovida por la connotada senadora del Centro Democrático, Paloma Valencia y que pasará a sanción presidencial y de manera posterior a control constitucional y de esa manera ponerla en vigencia.
Sí bien es cierto nunca he estado de acuerdo con los padres de familia que usan la violencia física o verbal como método para educar a sus hijos, considero exagerado que se tenga que renunciar a un chancletazo, correazo o pellizco cuando las palabras ya no surten el efecto y los niños o adolescentes se están pasando las normas por la faja. Ya me imagino a los niños y jóvenes de hoy, quienes carecen de la sumisión que hizo parte de la vida de quienes ya somos hoy adultos, amenazando a papá o mamá si se atreven a usar esos elementos correctivos que, en mi caso, fueron tan benéficos, pues como solía decir mi madre en mis días de infancia “un correazo no se le niega a nadie”, contundente frase que con solo escucharla ya me dejaba quieto en primera y lo pensaba dos veces para desatender una orden de doña Laura.
Por eso todos los días le doy gracias a Dios y a mis padres por la disciplina que impartieron y que hicieron posible que como yo, muchos de mi generación fuésemos personas de bien, respetuosos de nuestros mayores, de las normas y cumplidores de nuestras obligaciones con la sociedad.
La invitación desde esta columna es a no renunciar a disciplinar a nuestros hijos con autoridad, dialogando, conversando, aconsejando y cuando sea estrictamente necesario acudir al método tradicional, pues hasta ahora no hay estudio científico que demuestre que alguien murió por recibir pellizco en medio de un berrinche callejero.