“Tus derechos acaban donde inician los del otro” es una frase que escuché por vez primera en el inolvidable Gimnasio del Pacífico y hoy la traigo a colación para hacer referencia a aquellos “ciudadanos” que con el fin de hacer valer sus pensamientos, pareceres o reclamar lo que les parece injusto, salen a las calles, se manifiestan pero tristemente se transforman en vándalos que destruyen incluso bienes que se han construido y que por ende deberán ser restaurados con recursos del pueblo, el mismo que dicen defender.
En lo personal soy defensor a ultranza de la protesta social y siempre he dicho que me preocuparía más el día en el que la gente no salga a las calles a defender las buenas causas, reclamar un mejor gobierno, equidad para todos, mejor educación, mejores vías, pero esa labor tan importante no puede llevar a los desórdenes, el caos y la destrucción de patrimonios públicos o privados.
El hecho más reciente se presentó el pasado lunes cuando en Bogotá y otras ciudades del país se cumplieron las marchas del 8M, convocadas por un colectivo de mujeres que en los anuncios indicaban que sería para reclamar por el fin de la inequidad social, mejores salarios, respeto por sus vidas y el derecho a la sexualidad, pero terminaron afectando bienes públicos y hasta incendiando las puertas del templo de San Francisco de Asís y se observa cómo algunas de las energúmenas “feministas” lanzan objetos religiosos contra el fuego.
Fue de tal magnitud el asunto que la alcaldesa Claudia López, una abanderada de estas causas dijo en su Twitter “Esto no es protesta ni reivindicación ni feminismo. Inaceptable que un día dedicado a exaltar las luchas y logros de las mujeres en la historia sean aprovechados por un mínimo grupo de violentas que creen que protestar es destruir”, un trino que en esencia resume esta columna.
Como demócrata que soy, convencido además que la lucha social civilizada y sin odios debe prevalecer, hago un llamado a no estigmatizar las protestas con actos tan bochornosos como los vividos el lunes en distintos puntos del país. Feminismo sí, vandalismo no.