Un año después de que la pandemia arrinconó al mundo y frenó en seco a la convulsionada humanidad, podemos concluir que esa esperanza de las grandes transformaciones en lo humano no se ha dado al nivel deseado. En verdad, muchos pensamos que seríamos mejores personas después de la llegada del “bicho”, pero parece que son más efectivas las vitaminas de frutiño que las lecciones de vida que nos está dejando el covid-19. Me temo que hayamos aprendido que la salud debe ser una prioridad y debamos exigirles a los gobiernos que inviertan más dinero en mejorar las condiciones del sector salud. Tenemos que darle el valor que se merece la ciencia y pedir que le inyecte más capital, de modo que podamos tener mejores desarrollos tecnológicos y no seguir dependiendo de otros.Por culpa del maldito covid nos dieron casa por cárcel y no nos dimos cuenta, lo que deja en evidencia que ni un canazo nos va ser cambiar los malos comportamientos. Las cifras de violencia intrafamiliar tristemente aumentaron, cuando debiéramos a ver entendido que la familia es lo más valioso e importante que tenemos, y que por ende debemos cuidar y proteger como lo más sagrado.Respetar, cuidar y proteger el medio ambiente, tendría que haber sido una prioridad hace muchos años, pero como no lo ha sido, nos llegamos a ilusionar que con la llegada del virus tomaríamos más conciencia ecológica, pero aún no veo esas metamorfosis verdes, por el contrario, ahora que estamos en plena ola invernal, seguimos abusando del preciado líquido. El virus nos puso de presente algo que hemos olvidado durante mucho tiempo: todos necesitamos de todos, pero aún así, yo sigo viendo mucha indiferencia, puede ser que aún estemos aturdidos y sea muy a priori para hacer balances. Ojalá así sea.