José Celestino García nació en Maracaibo-Venezuela el 12 de marzo de 1957 y, en ese entonces, su mamá era una adolescente que no pudo hacerse cargo de él por lo que con sólo seis meses de nacido pasó al cuidado de una hermana de su papá, quien, junto a sus hijos, se convirtieron en sus seres más amados.
Este ameno personaje recuerda que, cuando cursaba tercero de bachillerato, andaba en la onda hippie, con una guitarra y cantando música de los Beatles, hasta que llegó Yolanda, su hermana de crianza y le dijo: “¿Mijo, usted qué quiere hacer de la vida? “Quiero ser músico”, respondió. Tiempo después, apareció ella de nuevo pero con un saxofón de regalo.
El tema generó tanto entusiasmo en la familia, pues efectivamente le veían aptitudes artísticas, que decidieron ingresarlo a la Escuela Militar Centro de Instrucción para tropas del Ejército, lugar en el que no solo aprendió a interpretar varios instrumentos sino que también hizo parte de la banda, tocando el clarinete y el saxofón.
DATO: Entre las grandes orquestas de las que hizo parte está la Billos Caracas Boys, lo cual lo llena de orgullo
Igualmente, dice con orgullo, que en esa escuela en la que estuvo por un período de 12 años, impartió clases de piano y técnica vocal, una labor que le apasiona.
Celestino se casó tres veces pero solo tiene una hija que, inclusive, ya le dio una nieta. Es un mundo lleno de historias, bastante conversador que rememora con nostalgia su carrera musical en Venezuela.
“Lo que aquí llaman papayera en mi país lo conocemos como Antañon, en esa clase de grupos participé, pero además estuve cuatro años, por allá en los 70, con la orquesta La Tremenda, también lo hice en Los Melódicos, cerca de los 80”, comparte sonriente.
Pero sin duda alguna su momento de fama lo tuvo cuando, por una temporada, hizo parte de la famosa agrupación musical Billo´s Caracas Boys, “oportunidad que me permitió codearme con los mejores músicos y además viajar a otros países como Estados Unidos y España”, enfatiza orgulloso.
Tiempos difíciles
Para José Celestino el 2020 fue un año complejo, razón que lo llevó a partir de su país natal para ubicarse en el municipio de Tarra, Norte de Santander, donde gracias a su talento y a un convenio firmado con la administración municipal de esa localidad, laboró por algún tiempo como docente de música para niños y jóvenes que disfrutan de los instrumentos de viento. Finalizado el contrato emigró en el mes de agosto para el Valle de Cauca y se quedó en Tuluá. “Honestamente me vine a coger café, pero cuanto llegué me dejaron botado y me tocó dormir la primera noche en el parque Boyacá”, relata al tiempo que confiesa que fue en este lugar donde precisamente conoció al maestro Oscar Tejada, quien al escucharlo interpretar el saxofón le preguntó qué lo había llevado a la Villa de Céspedes.
Cuando el músico le contó sus planes, el tulueño le dijo enfático: “no mijo, que cuento de coger café, lo suyo es la música”, paso seguido le regaló un amplificador para que saliera a la calle a compartir su arte.
Para un artista como José Celestino, pasar del escenario a la calle no fue fácil. “No sabía cómo hacerlo, dónde y mucho menos cómo lo iba a recibir el público, pero da la casualidad que escogí una ciudad que recibe a todos con los brazos abiertos y cuando salgo, la gente se emociona”, expresa sin dejar de reconocer que esa buena vibra lo impulsó a continuar.
El lugar donde más tiempo permanece compartiendo su talento es junto al CAI del parque de Los Franciscanos, por lo menos dos veces a la semana. “Los clientes de la panadería que hay allí, cuando termino el show, me retribuyen económicamente, lo que me ayuda a sobrevivir, claro que en ese mismo punto me han contratado para presentaciones privadas, para las que me preparo llevando el mejor repertorio”, enfatiza.
Sin el último adiós
Para este ciudadano venezolano lo más duro de dejar su tierra ha sido ver partir a los suyos sin poder acompañarlos, sin estar ahí. “No estuve para despedirme de mi hermano y la semana anterior también se murió una hermana; es muy doloroso”.
Y es por esta última pérdida en que por estos días lo ha invadido la nostalgia. Es así como precisamente esta semana un cliente le pidió un tema que no puede faltar en su repertorio, “Amor eterno” del mexicano Juan Gabriel. Celestino tomó su saxofón para complacer la petición y aunque las notas fluyeron, las lágrimas también lo hicieron, porque es consciente que pueden seguir llegando más noticias tristes de los suyos sin poder estar a su lado, porque llegó a Colombia a continuar con su carrera, a ganarse la vida.
¿Volver a Venezuela?
Retornar a su tierra natal no es una opción para García, al menos por ahora, es más, cree que sus últimos días los pasará en este país que le está dando mucho más de lo que esperaba.
Por la anterior razón, dice sentir pena por algunos compatriotas suyos que, con su accionar, no dejan la mejor impresión de los venezolanos. “Nosotros, en su mayoría, somos gente trabajadora y no es justo que algunos desdibujen esa imagen”.
No podía dejar de pasar esta oportunidad sin manifestar que uno de sus grandes sueños es poder enseñar música a los pequeños y jóvenes tulueños. “Un joven ocupado mostrando su talento, no tiene tiempo para coger malos vicios, además quiero que en Tuluá me dejen sembrar, aunque sea un poquito, de lo que dejé sembrado en mi país”, puntualizó.