Los habitantes de la vecina ciudad de Guadalajara de Buga se encuentran desconcertados por la alta tasa de criminalidad que ronda en el municipio, tanto en el sector rural como urbano, y extrañan aquellos tiempos cuando gozaban de una tranquilidad que llamaba la atención de propios y extraños e invitaban a la convivencia pacífica en un lugar casi paradisíaco por la belleza de la naturaleza y el murmullo de un río majestuoso que cruza la población originario de la alta, verde y orgullosa montaña.
Nunca en la historia de la “Ciudad Señora” había alcanzado tal alto grado de violencia cuando hoy se ven caer, casi todos los días, jóvenes hombres y mujeres, víctimas de los bandidos que asesinan como si participaran en un carnaval de sangre que deja dolor y lágrimas entre los familiares que sufren las consecuencias y al mismo tiempo deja huellas difíciles de sanar y, antes por el contrario, incuban secuelas de venganza que no tiene fin, profundizando las heridas, que no cicatrizan, sanan ni reconcilian.
El vecino municipio, cuenta con un Batallón de Artillería, Batalla Palacé, con inmensos e innumerables méritos adquiridos a través de la historia patria, donde se forman los soldados que sirven al país en todo su territorio, capacitados para mantener la paz entre los colombianos.
En el vecino municipio, Tuluá, se levanta orgullosa y de altísimo nivel, la Escuela de Policía Simón Bolívar, en donde, igualmente, se educa a los jóvenes para que se conviertan en guardianes de la sociedad.
Es extraño que, poco a poco, Buga, se ha convertido en un bastión de la delincuencia, que siembra terror y deja dolor y llanto al interior de los familiares de las víctimas, con tan entrañables y cercanas instituciones que han sido creadas para la defensa de la vida y honra de los colombianos y la ciudadanía se pregunta: “¿qué nos está pasando?”. Desde qué momento fuimos cayendo en esta ignominia, en este baño de sangre, si tenemos en cuenta que desde el alto gobierno se anuncian nuevas y novedosas medidas para garantizar el normal transcurso de la vida cotidiana, pero no solucionan de verdad el gran problema que se padece, mientras que los estudiosos y especialistas tratan de analizar las causas de tanta violencia.
Si bien es cierto que la ambición de dinero y de poder, pueden desencadenar fenómenos de violencia, no es preciso quedarnos allí, porque estamos en una sociedad que se supone, civilizada, y si el trabajo produce riqueza , no será para caer en la criminalidad y “matarnos los unos a los otros”, sino para que crezcamos juntos hacia la obtención de metas de progreso y desarrollo.
Guadalajara de Buga, la ciudad señorial por excelencia, no puede “dormirse sobre los laureles”, antes por el contrario, es necesario despertar, reflexionar sobre las posibles soluciones de corto y mediano plazo, para buscar de raíz las causas de tanta violencia que los abruma y oscurece el porvenir para las nuevas generaciones.
Y a esto están llamadas todas las instituciones, la Iglesia, el Estado, los organismos oficiales y privados, para que de manera conjunta, se abra el abanico de posibilidades para la juventud sumida en un mar de ideologías y propuestas contradictorias que no conducen a objetivos claros y caen fácilmente en el sin sentido de la misma vida.