El municipio de Tuluá tuvo fama inigualable por su alumbrado y desfile navideño, así como por sus novenas de aguinaldo, cuando hubo un tiempo de las “nueve novenas y nueve verbenas” y la gente, hombres, mujeres, niños y niñas, disfrutaban en cada barrio hasta altas horas de la noche, sin temor, mientras que la policía cumplía su labor a cabalidad, los encuentros familiares desbordaban de alegría.
El panorama actual es bien diferente, el alumbrado lo encerraron en el coliseo “Manuel Victoria Rojas”, no hay novenas en los sectores patrocinadas por la administración municipal y las calles están semi-oscuras, ya no hay velas, faroles, ni luces de todos los colores.
La gente siente la inseguridad y el temor se ha apoderado del sentimiento general sin que hasta ahora se pueda hacer algo por volver a rescatar ese espíritu navideño y festivo de este tiempo de fin de año quedando solo la fuerza para resguardarse, hasta las mismas autoridades, no logran controlar con efectividad el territorio.
Este tiempo tan recordado y añorado por la gran cantidad de familia que ha emigrado al exterior, ha cambiado, la alegría y la paz han desaparecido y el futuro parece incierto y sin horizonte, no hay liderazgo que trace un rumbo cierto y siembre alguna esperanza. Pareciera que la delincuencia oscureciera el cielo azul del centro vallecaucano y la tristeza se apoderara del entorno y ambiente familiar.
Es el momento de hacer un vehemente llamado de atención a los gobernantes de turno, a los gremios organizados formalmente, a todas las personas de buena voluntad para que nos unamos para trazar nuevos caminos de paz y concordia, para fortalecernos mutuamente, para orar juntos a Dios Padre todopoderoso, que quiere lo mejor para todos y podamos ver la luz al final del túnel.
El mayor enemigo de la situación oscura y tenebrosa que pasamos es la indiferencia general, es el encerrarnos en nosotros mismos y no mirar hacia adelante y ver con mayor optimismo el futuro de la región, es preciso recobrar poco a poco el camino recorrido a través de la historia, que no es otra que la huella dejada por nuestros antecesores ilustres que trabajaron por un municipio con justicia social y la convivencia pacífica, esas huellas marcaron el itinerario a seguir y ahora necesitamos recoger esa bandera envuelta en buenos propósitos de paz y de esfuerzo unánime entre todos juntos para recobrar el sentido mismo del diario vivir que nos permita crecer con dignidad.
Es un deber explorar nuevos caminos, reflexionar sobre las causas intrínsecas de la violencia que carcome el corazón del Valle e imaginarnos senderos de progreso para todos por igual y, para lograrlo, se hace necesario invitar a la unidad, a la convivencia, a mirarnos cara a cara, lo que conduce a la reconciliación si de verdad todos miramos hacia el mismo objetivo, en otras palabras, hacia lo colectivo en lugar de lo meramente particular, a no vernos como enemigos, a la búsqueda de lo mucho que nos une, a salir del egoísmo ancestral que nos aisla para poder sembrar semillas de paz.
Recuperar la confianza entre los sectores público y privado es una prioridad sin la cual no podríamos subsistir en comunidad y en sociedad democrática y solidaria.