No es posible que mientras los profesores se ven obligados a recorrer puerta a puerta para “cazar” a los niños y niñas que no quieren asistir a clases en las escuelas del país, una honorable representante de la república sostenga que obligar a los menores a estudiar es un acto de violencia y adoctrinamiento aumentando la preocupación por el pésimo ejemplo que desde las altas esferas gubernamentales se ofrecen cuando se convierten a los actores de actos violentos en víctimas del llamado “sistema” democrático que nos rige.
No puede aceptarse que todos aquellos llamados a representar el querer de un país se conviertan en actores con vicios que obviamente son transmitidos en directo a las nuevas generaciones, que por cierto es denominada “de cristal”, porque al primer inconveniente de la vida, se desquebrajan, tambalean y caen fácilmente en el sin sentido de su acontecer vital.
Ya el Papa Benedicto XVI advertía sobre el relativismo moral y ético del mundo moderno, justificado por algunos errores históricos transmitidos desde hace varios años y que poco a poco ha dado como resultado la aparición y restablecimiento de la “ideología de género” mediante la cual, se cambian muchos de los valores que han sostenido la sociedad, le han dado cohesión y posibilidades de libertad con responsabilidad, para poder que los gobernantes las dirijan convenientemente hacia la convivencia pacífica.
Si desde el alto gobierno y sus legisladores, se envían mensajes equivocados, que en lugar de unir a los colombianos, se convierten en contradictorios, se pone en peligro la misma democracia, que durante años ha permitido la unificación de criterios generales que hacen primar el bien común sobre el particular.
Si bien es cierto, es necesario el perdón para que se pueda dar la reconciliación nacional, no se puede avanzar hasta el extremo de validar los actos violentos sin que se aplique la justicia, tal como está convenido en los acuerdos de paz. Los mensajes que envía un “asesor de paz” cuando está aún llamado por la justicia, no son correctos, porque está en el corazón de la gente, que debe pagar por los delitos cometidos plenamente.
El país está en mora de hacer una reflexión profunda sobre los valores que debe transmitir a las nuevas generaciones, no es rechazando todo lo que viene de atrás, sino interrogarse sobre el presente y futuro que se avecina a pasos agigantados, gracias a los avances inminentes de la tecnología, para que no perezcamos todos.
Es muy importante que todos y todas aquellas personas que se han elegido para representar al pueblo en general, envíen mensajes de convivencia, respeto a la vida, sean ejemplo para seguir, ya que se extiende una preocupación, por su accionar contradictorio poco entendible para quienes los eligieron.
No se puede olvidar que los valores son esenciales para la cohesión social al ofrecer un marco normativo para guiar el comportamiento colectivo y fomentan el respeto por el orden y la justicia.
Cuando esos valores se tergiversan, se abre la puerta al relativismo moral y se pierde la distinción entre lo correcto e incorrecto.