Tremendo revuelo ha causado WhatsApp con el anuncio del cambio de política de privacidad, a tal punto que muchos de sus usuarios han dicho que migrarán a Telegram, aduciendo que allí van ser menos vigilados. Ingenuos quienes pretenden que, solo cambiando de aplicación, van a librarse del poder de las redes.
No hay duda que en los últimos años, estamos viviendo un nuevo paradigma en materia de comunicación, pasamos de una comunicación directa, de reuniones presenciales, cartas extemporáneas y noticias viejas, a una comunicación en tiempo real, que rompe toda división geográfica, permitiendo que cualquier situación generada hoy en cualquier parte del mundo, sea leída, vista y comentada al mismo tiempo por todos en el momento en que se produce.
Pero debemos entender que ese uso tecnológico no es gratuito y que sus precursores o dueños tienen un negocio en donde nosotros los usuarios somos el producto a vender a grandes compañías que pagan grandes sumas de dinero por tener información de nosotros sobre nuestros gustos, sitios de interés, círculos de amigos, entre otros, para bom-bardearnos de publicidad.
Las redes sociales parecen evidenciar el deseo de los seres humanos a ser escuchados, aceptados, notados, reverenciados, entre otras necesidades emocionales que quedan manifestadas en la preferencia y uso de las diferentes apliaciones.
El uso de las redes sociales tiene múltiples beneficios. Desde los que las usan para encontrar amigos o pareja; los que las usan para publicar sus hojas de vida y buscar empleo; los que las aprovechan para lanzar sus opiniones, hasta quienes hacen uso de ellas para aparentar, donde se postea el ideal de nuestras vidas, donde se presume o se muestra solo lo bonito.
Pero ojo, las redes sociales por su carácter de libre exposición, traen consecuencias peligrosas, tales como la pérdida de la privacidad, la suplantación de personalidad, el robo mal intencionado de recursos publicados para extorsión, así como la creación de personalidades falsas para acechar a los niños y jovenes.