Por esa razón y en medio de las labores de demolición de la antigua terminal de Tuluá se observa a un número grande de personas que, desafiando las altas temperaturas que por estos días se sienten en el Corazón del Valle, se han dedicado a extraer el hierro que como un tesoro esconden los bloques de concreto que caen tras el paso depredador de la maquinaria pesada.
Es una oportunidad para ganarse un dinero que en estos días de recesión cae como anillo al dedo.
“Esta es una bendición de Dios que llega en un momento en que no teníamos para cubrir algunas necesidades básicas y aquí hemos levantado unos pesos que nos sirven de mucho, dijo José Gómez, quien desde muy temprano llega al lugar en busca de las varillas de todas las dimensiones que sostenían la mole de la terminal desde 1986.