Es incontrovertible la presencia de las motos en cada uno de los hogares colombianos, desplazando al transporte público y particular, tanto en el sector urbano como en el rural.
Ha sido el Valle del Cauca uno de los principales departamentos en apetencia de este vehículo que por su versatilidad y bajo costo en el consumo de combustible llenó las plazas, calles y avenidas de todos los municipios haciendo de su uso el pan de cada día.
Sin embargo y paradójicamente poco a poco se ha convertido al mismo tiempo en el transporte más peligroso de los últimos años, tal como lo revelan las estadísticas oficiales que tienen en vilo a las mismas autoridades que, a pesar de las intensas y continuas campañas educativas, no producen los resultados esperados, antes por el contrario la accidentalidad y mortalidad aumentan en el territorio nacional.
Pero queremos llamar la atención ante un hecho lamentable y muy grave para la seguridad y tranquilidad ciudadana y es la permanente desobediencia de los motociclistas a las normas de tránsito y el irrespeto creciente a las mismas autoridades. Desde hace pocos años, se viene presentando al interior de la conciencia del motociclista, y creemos que fue a partir de la denominada “explosión social” que se dio inicio una especie de enfrentamiento y desobediencia a las leyes de tránsito sin ton ni son, por el solo hecho de su exigencia al cumplimiento de la normatividad respectiva y enmarcada en el respeto a la Constitución.
Es urgente dar un cambio de ciento ochenta grados a la movilidad en estos modernos medios de locomoción en materia de su operatividad y manejo en las calles de las ciudades y especialmente de las intermedias, tal como Tuluá y Guadalajara de Buga, en donde sus conductores hacen de las suyas, sin importar absolutamente la vida tanto de los transeúntes como la suya propia, porque no respetan las señales, en la noche conducen sin el chaleco reflectivo ni el casco protector, a toda velocidad y haciendo cruces que ponen los pelos de punta hasta al más tranquilo de los ciudadanos.
De todos es conocido los problemas que se han tratado de solucionar, como la obligatoriedad del SOAT, especialmente en aquellos que han hecho de este transporte el mejor medio de ganarse la vida, como mototaxistas, que se han organizado a su mejor modo de ser, imponen tarifas, tienen sus parqueaderos especiales, la velocidad no es controlada por ningún guarda, como tampoco su ubicación en tiempos de descanso.
Y parece increíble, que la labor de Guarda de Tránsito se haya convertido en un trabajo de “alto riesgo”, tal como se ha presentado en el municipio de Tuluá en los últimos meses, cuando han sido asesinados y amenazados.
Es indiscutible que ya es tiempo de legislar sobre este medio de transporte, que parece se les salió de las manos a los alcaldes por no contar con nuevas reglas normativas, ante un fenómeno nuevo, del cual no se tenía ni la más remota idea que se transformaría en uno de los principales problemas de convivencia por resolver. Nadie se atrevería a pensar que un medio de transporte novedoso, versátil, de bajo costo en su mantenimiento, se convertiría en un “arma mortal” para toda la sociedad.