El domingo pasado, El Tiempo publicó un mapa de Colombia en donde en 18 de los 32 departamentos hay presencia de los grupos armados, que el mismo presidente Petro llamó “traquetos”, y que dicen seguir las orientaciones del comandante Mordisco.
A simple vista es casi media Colombia.
Pero si los editores de la sección Justicia del periódico hubiesen hecho un esfuerzo y rellenado toda la otra mitad vacía del mapa de Colombia, se encontrarían conque en 13 de los catorce departamentos que están sin diligenciar existen otros grupos armados similares, en su gran mayoría pertenecientes al Clan que otrora mangoneaba Úsuga y unos poquitos del ELN, enfrentados casi siempre entre ellos.
Como cereza del pastel de traquetos en que quedó convertido el mapa de Colombia, habría que agregar los minúsculos territorios en Nariño y Arauca y quizás en el Catatumbo donde tiene presencia la agrupación Nueva Marquetalia que dirige el arrepentido firmante de La Habana,el sobreviviente Iván Márquez.
En resumen, si se nos mira desde afuera, Colombia tiene una guerra más nutrida que cuando Santos firmó la paz con las Farc.
Y si la queremos clasificar como la que es, estamos viviendo la Guerra de los Traquetos. Y no es ni exageración ni minimización. Es la realidad. Son muchos grupos armados, productores y comercializadores de cocaína que no tienen estructura piramidal sino que repiten el esquema que tuvimos cuando arreciaron los grupos armados de traquetos en regiones determinadas de la geografía nacional.
Como tal entonces, si se quiere hacer la paz con estos grupos, y con los que existen controlando las grandes ciudades, hay necesidad de reconocer que son traquetos y no disidentes y, como tal, la paz que se les puede ofrecer debe llenar sus ambiciones.
Ya no es tiempo ni de criminalizarlos ni de llenarlos de adjetivos, es de reconocer que coparon al país.
Y también ir admitiendo que la Revolución de los Traquetos de hace 40 años, se fue consolidando y nos cambió valores y estructuras.