Nos cuenta el evangelio que un día se le acercaron a Jesús 10 leprosos, los cuales imploraban de él, la sanación de esa enfermedad que los alejaba por completo de sus familias, de sus amigos y de la comunidad.
Jesús en su gesto de amor hacia los más pobres y marginados de la sociedad, los envía al sacerdote para que les dé la certificación de que están curados y que se pueden reintegrar a la comunidad.
Yendo de camino, prosigue el texto bíblico, los 10 quedan curados, pero solo uno regresa para darle gracias a Jesús, el cual indignado reclama el porqué solo uno agradece su sanación cuando fueron 10 los curados.
Este texto nos lleva a reflexionar que debemos ser agradecidos con todo lo que tenemos y somos.
Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, somos únicos e irrepetibles, se nos han dado por parte del creador, infinidad de capacidades físicas como el poder caminar, respirar, ver, escuchar, sentir, tenemos la capacidad de pensar, somos los únicos seres de la naturaleza que podemos hacer procesos mentales para descubrir lo que es bueno y lo que es malo, tenemos una familia, muchos seres queridos que están pendientes de nosotros, en fin, Dios nos ha dado miles de cosas buenas que nos ayudan a crecer como personas y que lo ideal, sería, nos ayudaran a acercarnos más a él y a nuestros hermanos.
Por eso, al despertar cada día nuestra primera acción debe ser la de dar gracias al Dios de la vida por amanecer vivos, y por todo lo que diariamente nos regala: el alimento, el descanso el baño diario y el poder disfrutar de las maravillas de la naturaleza que le ha creado para nosotros.
Una persona agradecida enaltece el espíritu y la mente.
Agradecer nos invita pensar que Dios siempre camina con nosotros y que como Padre bueno nos invita a crecer unidos a él para alcanzar después de una vida llena de frutos cosechados en la tierra, la vida eterna que él nos tiene prometida, gracias al misterio pascual de Cristo.