Me sorprendió en Quito la militarización de la ciudad y el estado de sitio en todo el Ecuador, incluyendo un severo toque de queda nocturno.
La tensa calma que se vivía en la capital desde la noche del lunes 8 de enero, cuando ya se había fugado de la cárcel el narcotraficante “Fito” y el inexperto presidente Daniel Noboa había decretado el estado de excepción, pudo presagiar el caos que se vivió al día siguiente, a partir de las 4 pm, cuando unos jóvenes delincuentes se tomaron una transmisión en vivo de un noticiero en Guayaquil, y la noticia de que media hora antes habían asaltado tres de los miles de supermercados que tiene la ciudad, se regó por redes terminando por paralizar en cuestión de minutos la urbe de aproximadamente 3 millones de habitantes.
Después de haber recorrido el centro histórico, donde incluso observé una parada ceremonial del presidente en Carondelet, y de visitar la “capilla del hombre” de Guayasamín, me encontré en un centro comercial al frente de “la mitad del mundo” cuando los empleados del local en que estaba comiendo abruptamente nos solicitaron salir del establecimiento que ya estaba rodeado de policía mientras en la calle los buses y taxis bajaban sus pasajeros que se topaban con los que quedaban libres de sus trabajos y con nosotros, los expulsados de los comercios.
El cómo logré salir de Quito es otro cuento, pero lo que acá sí se puede aseverar es que este Quito distópico fue víctima de una histeria colectiva en la que la gente corría y hasta lloraba en las calles con los camiones militares paseando entre el tráfico colapsado. Un puñado de narcos, que por razones que ya han argumentado analistas se enfrentan a la institucionalidad, no están en capacidad de tomarse un estado de buenas a primeras.
No pude dejar de comparar este episodio con el sucedido el 21 de noviembre de 2019 en Cali, cuando después de una masiva marcha de protesta, la ciudad fue paralizada a mitad de la tarde y la gente se armó con lo que pudo en las noches porque por las mismas redes se difundió la toma de un conjunto residencial a mano de unos bandidos.
Aquel fue un laboratorio social que anunció el estallido social de 2021 y que tuvo como epicentro precisamente a Cali, lo que nos lleva a pensar que se puede estar cocinando algo similar en la vecina república.