El mega decreto conque el presidente Milei aturdió hace pocas semanas a los argentinos puede ser considerado de distintas maneras, más aún, valorado en sus efectos primero en conjunto y luego por separado en cada una de sus 30 medidas económicas.
Pero lo que sí demuestra de una vez por todas es que este presidente con cara de gato mimoso y despeluque de loco tenía preparado el gran golpe. Es decir, que por lo menos por 18 meses estuvo redactando con su equipo en la sombra todas las diferentes medidas que dictó y que, como tal, estaba convencido que iba a ser presidente.
Visto desde lejos el paquetón es fundamentalmente una derogación o cambio en numerosas leyes que afectan la forma de vivir y de hacer negocios de los argentinos.
Los cambios decretados usando un truco constitucional que le permite derogar o modificar las leyes sin pasar por el Congreso, independiente de que pueda ser revocado constitucionalmente, van desde modificaciones sustanciales en la legislación laboral hasta la eliminación del proteccionismo estatal. De la misma manera asombra el cambio ordenado en las normas de los alquileres hasta el marco legal para la actividad aerocomercial o la determinación en los precios de la salud privada.
Es tan brutal lo presentado que muchos analistas consideran desde ya que va a precipitar una hiperinflación por los primeros dos o tres meses pero después permitirá una radical manera opuesta de entender el mundo legal y económico, pasando de un estado protector, que emitía billetes para pagar subsidios, a un estado libérrimo en donde es el mercado, la calidad y la competencia la que restablecerán el orden.
Por supuesto, los traumas siempre traen consecuencias y sea cual sea el resultado final, su desarrollo puede terminar siendo contagioso en países en donde con estados de excepción se pueda decretar una voltereta total del escaparate y muy peligroso en la misma Argentina, tan acostumbrada a vivir a la gorra.
NOTA: ESTAS CRÓNICAS SE VAN DE VACACIONES HASTA EL 9 DE ENERO. FELICES FIESTAS.