Los hechos lo demuestran una y otra vez. Pareciera una historia de nunca acabar, que se repite con el paso de los años y de los gobiernos que insisten, tal vez con buenas intenciones, a una solución pacífica y negociada al conflicto que durante décadas padece el país y que ha dejado cientos de miles y miles de víctimas.
El único que logró algo, aunque a medias, fue Juan Manuel Santos. Más allá de su premio Nobel de Paz, se le abona su decidido interés y el haber diseñado un marco jurídico, administrativo y económico para darle solidez al proceso que en ese momento avanzaba, a cuenta gotas, con las Farc, pero que nunca pudo llegar a buen término con la guerrilla del ELN.
Que fue una paz a medias, que no sirvió, puede ser cierto, los hechos parecieran demostrarlo en la actualidad, ahí se podrían estar viendo parte de los resultados o de las consecuencias, pero fue un inicio para tener en cuenta en medio de la complejidad del conflicto que afecta al país que, además, es único, sui géneris, donde pareciera que “es mejor negocio” estar en constante guerra que en paz.
Los intereses que se mueven alrededor de ese tema son inimaginables. Las excusas de lado y lado para ponerle fin al conflicto son interminables, infinitas.
Y cuando por fin se crean las “condiciones” para la firma de un cese al fuego, así sea temporal, y dar inicio a una fase de diálogos, entonces aumentan los casos de secuestro en distintas zonas del país, se anuncian paros armados… definitivamente, no hay voluntad para la paz.
Hay voluntad para continuar por la misma senda que nos tiene sumidos en el atraso, porque ese conflicto es una de esas causas, una de las principales al igual que la corrupción y el desdén con el que la élite colombiana ha mirado a las regiones, a la periferia, principalmente.
Porque no se explica cómo, regiones ricas en capital humano y en recursos naturales, caso Chocó o La Guajira, sufran el abandono de décadas. Somos el único país que no le presta atención a su zona litoral y ni qué decir de aquellos departamentos de la Amazonía y la Orinoquía.
En fin, todo es un caldo de cultivo para que el conflicto crezca aún más y quienes obtienen votos de esa manera, “hagan su agosto”.