Esta semana compré una botellita de agua con gas en el terminal de Cali, cuando viajé por motivos de control en la salud a Comfandi de San Nicolas.
Me costó 2.400 pesos y en Buga al lado de la principal distribuidora, pago por cada una la suma de 560 pesos, significa un aumento de más del 200 por ciento, me parece injusto, es demasiado alto y lo explico, me imagino, por los altos costos de los fletes de transporte, el pago de impuestos en el sitio, de los empleados, agua, energía y gas.
Veo que se eliminó el control de precios y medidas en los negocios de la ciudad, nunca he podido comprobar que esa dependencia sirva para menos que nada, solo basta caminar por las calles de los negocios y restaurantes aledaños a la Basílica del Señor de los Milagros, es más que suficiente, para comprobar su inoperancia total.
En ninguna tienda de los barrios hay un letrero que indique los precios de los productos al público y los consumidores se ven obligados a cancelar lo que indiquen, sin poder sentar alguna protesta por lo caro del producto.
El negocio del comercio es comprar barato para vender más caro. Me pregunto, quién regula el monto de la ganancia del vendedor, parece que nadie.
Por ejemplo, al interior de la galería central, no hay un solo aviso de precios y medidas.
Allí el precio lo impone el vendedor. Y ni modo de chistar. La escalada alcista no hay quien la detenga, los funcionarios no aparecen por ningún lado, la anarquía es total. Parece que existiera autoridad que defienda al consumidor. Todo se va en avisos, anuncios, promesas, propaganda.
En otras palabras, mucho tilín tilín y nada de paletas.