Hay alboroto en Bogotá porque los medios ya volvieron noticia el declive de la experiencia motelera en la capital. El Tiempo hizo un análisis, de esos que hacen ahora donde le preguntan a tanta gente que tiene opiniones tan distintas que al final el lector termina sin saber la respuesta.
El hecho de que las entidades que agrupan hoteles y moteles coincidan en afirmar que la ocupación de los moteles se haya reducido en por lo menos el 40% es aviso de ruina futura para el negocio. En solo Bogotá, en los últimos tres años se han cerrado 25 moteles y al paso que van las cosas y mientras más espacio en la pirámide poblacional ocupen los nacidos de 1990 para acá, menos clientela van a tener.
Es probable que todos los entrevistados tengan razón. Que por la pandemia se cambiaron las costumbres. Que por la situación económica. Que porque ya hay hoteles que alquilan el servicio por horas y que en Bogotá, donde había 450 moteles, son 148 hoteles que ofrecen servicio de habitaciones por horas. Que por el teletrabajo. Que por la seguridad.
En fin, hay de dónde explicar pero solo una, la sexóloga Martha Mejía de la Universidad tocó el quid del asunto. Lo que ha sucedido es que la gente de ahora lo entrega todo en el mundo virtual.
Los menores de 30 años y muchos mayores de esa edad, han ido abandonando la ancestral costumbre del mete y saca para cambiarla por la diversidad que ofrece la pantalla, las conexiones de internet y las páginas de servicios sexuales hasta el punto que casi podemos decir que hemos entrado en la era de la masturbación.
Las partes íntimas se pueden mostrar por la pantalla, las excitaciones no requieren ya del goce carnal, las nuevas relaciones las establece mejor el algoritmo que conoce los gustos y pasiones de los usuarios y puede recomendar la pareja al instante. En otras palabras los moteles pasaron de moda porque la tecnología cambió hasta la forma de hacer el amor.