Nunca antes en la historia del municipio centro vallecaucano se había visto bajo una amenaza de tan grandes y graves proporciones como la que actualmente atraviesa, durante una campaña política que se adelanta bajo el temor y el miedo sembrado por el indignante grado de sevicia y crueldad de los criminales.
Con amargura, tristeza y desesperanza, recordamos esos días de la añeja violencia que creíamos se había superado y más aún, cuando desde hace varios años se intenta un acuerdo de paz con los grupos insurgentes a lo que se suma hoy otros grupos delincuenciales, que no son propiamente de carácter político, que han dado paso a una escalada criminal.
Por supuesto, un sentimiento de inseguridad ronda a lo largo y ancho del territorio nacional, comprobado con las últimas encuestas que reflejan este fenómeno como el principal y más grave del país que es exigido a los nuevos mandatarios que serán elegidos el próximo 29 de octubre para resolver en primera instancia.
No nos cabe en la cabeza que este municipio, referente por muchos aspectos, como modelo de crecimiento y desarrollo económico, social y político, se encuentre entre los tres localidades vallecaucanas de más alto riesgo electoral, cuando se encuentran bajo amenaza, la rama judicial, los aspirantes a los cargos públicos, las autoridades de policía y hasta las de Tránsito.
Nos preguntamos con cierto estupor, ¿desde qué momento cogieron ventaja las bandas criminales, porqué creció vertiginosamente la desconfianza popular en las autoridades legalmente constituidas, porqué crece la extorsión, el hurto, el fleteo y los hostigamientos, porqué la inseguridad atrapa a la ciudad, en una medida nunca antes vista?
Vemos, con pesar, tristeza y desencanto, una campaña electoral disminuída al máximo, se desconocen los candidatos a la Alcaldía y al Concejo, se ignoran sus propuestas, son temerosos para la formulación de sus proyectos, estamos como en un túnel sin salida, hay un despelote de avales, acompañamientos, apoyos, que la ciudadanía no entiende. Y esperamos que la corrupción no sea otro lunar que empañe la contienda.
Es tiempo de que las autoridades gubernamentales tomen el “sartén por el mango” y es preciso que se acerquen a Tuluá, que vengan con la mano tendida, con propuestas concretas, para devolver la tranquilidad y la paz a esta región, sumida en el temor y el miedo, lo que impide que se pueda hablar de democracia plena.
No se entiende de ninguna manera, que un gobierno que quiere la paz, que convoca a un gran acuerdo nacional, que busca la paz hasta con los delincuentes comunes, parezca ahora como un barco al vaivén de las olas y sus pasajeros se encuentren desesperados buscando un puerto seguro a dónde llegar.
Clamamos con toda intensidad, por la recuperación total de la seguridad en el municipio, queremos ver rostros felices, no entristecidos por la angustia y la impotencia, queremos volver a los parques, queremos recuperar la confianza en las autoridades y sobretodo queremos una campaña electoral transparente, abierta al público, alegre y compartida.