Aunque la despistada oposición a Petro anda pregonando que el presidente no está en sus cabales, y hasta la petición de un examen de habilidad mental han pedido, me parece que andan orinando fuera del beque. Lo que deben aceptar es que Petro es coherente en sus actitudes y que ellas hacen parte de un régimen de creencias, odios y esperanzas debidamente coordinados para, de tanto repetirlas, sacarlas adelante.
Al presidente, es evidente, le fastidian, sino es que odia, a todos los conciudadanos que sean propietarios. El considera entonces que una manera de satisfacer sus pretensiones es aumentando los impuestos y obstáculos a la propiedad. Para él, las EPS son un negocio de ricos y no hay que transformarlas, como es necesario. Hay es que acabarlas y si bien fracasó con la propuesta de la Corcho, ahora las va a asfixiar demorándoles los giros financieros que el estado debe darles, y así se derrumbe el sistema de salud, llega al mismo punto por otro lado.
Al presidente le parece que congresos como los de la Andi y los otros gremios, donde se reúnen los poderosos, son un perdedera de tiempo y que la mejor manera de enfrentarlos es despreciándolos. Por eso no asiste a ellos, los minimiza. Y por la misma razón deja metidos a los magistrados y a los gobernadores y hasta a sus propios ministros. Como gobernante todo le parece un despreciable rezago burgués que debe acabarse definitivamente y él para eso, ladrillo a ladrillo, está destruyendo sus cimientos usando coherentemente el poder.
La ventaja para Petro, y la desgracia para Colombia, es que lo siguen invitando para darle oportunidad de desatenderlos y en vez de confrontarlo racionalmente con actitudes enhiestas, prefieren el chisme bogotano de andar pregonando que al presidente lo que le falta es un tornillo. Y como quienes lo pueden juzgar son contratistas garosos que fungen como congresistas, el cuento será de nunca acabar. Los otros ya tienen apartamento en Miami.