Quizá sin pensarlo, este visionario panificador le estaba dando vida a una marca que luego de más de seis décadas prevalece y que los tulueños reconocen como Pan Dorado.
Aunque su fundador le gusta mantenerse alejado de los focos y los medios, EL TABLOIDE dialogó con Alexánder Rodríguez, uno de sus hijos y quien hoy tiene la no fácil tarea de conservar el legado familiar.
Para iniciar esta historia se debe decir que el primer nombre, el cual Alexánder se quiso reservar, fue en Japonés por una convicción familiar de los Rodríguez y que, de manera inicial, funcionó en la carrera 16 entre calles 25 y 24. El nombre que hoy lleva se tomó luego de la adquisición de un horno de gran tamaño que llevaba el sello de El Dorado y con el que empezó un proceso que se consolidó y hoy está vigente en el mercado.
Curiosamente, Alexánder estudió ingeniería electromecánica, arte que ejerce solamente para reparar o hacerle mantenimiento a los equipos dedicados a la actividad, pues desde hace 55 años está metido entre harinas y levaduras fabricando el pan que miles de tulueños y vallecaucanos consumen a diario.
De sus inicios recuerda era una época en la cual el pan se vendía por cantidades, pues en los 70 Tuluá tenía muy pocos negocios dedicados a la actividad, por lo tanto el pan que fabricaba con sus padres y hermanos se vendía a toda hora.
La fórmula del amor
A juzgar por sus declaraciones, la panadería es un arte que lleva en el corazón, a tal punto que afirma y reconoce que la única fórmula para elaborar un producto de calidad es el amor, la pasión y la dedicación con la cual cumple la tarea y que trata de impregnar.
Cuando se le pregunta si tiene una fórmula especial, Rodríguez Lima afirma que sí, pero al mismo tiempo advierte que esa fórmula será exitosa siempre y cuando se cumplan todos los procesos. “De nada sirve tenerla si no se cumple con un correcto amasado, sino se usan los ingredientes en la medida y forma adecuada y si se falla en el horneado”, afirma Rodríguez, quien habla con orgullo del legado de su progenitor, un hombre que aprendió de manera empírica y que ha sabido transmitir sus conocimientos.
Los retos de hoy
Aunque en los últimos años el negocio se adentró en el uso de la tecnología como una manera de darle agilidad a la actividad, sin que ello indique que se haya dejado algunas prácticas manuales, hoy no escapa a la realidad económica del país y se ha tenido que acudir al ingenio y tenacidad para no desfallecer.
“El nuestro es uno de los gremios que más le apoya al país, pero es el que menos recibe del Estado en todos sus niveles y por el contrario cada día es más asfixiante la carga tributaria para quienes decidimos apostarle a la legalidad”, dijo Rodríguez al precisar que los costos elevados de los insumos, después de pandemia y el estallido social, hace insostenible la actividad panificadora.
En ese orden de ideas, Alexánder Rodríguez Lima, reclama una mayor atención del Gobierno local, regional y nacional en temas como capacitación, pues la panadería es uno de los oficios que requiere estar en permanente innovación.
“En países como Chile, Uruguay, Argentina, Estados Unidos, la panadería cuenta con escuelas y centro de aprendizajes accesibles para todos, cosa que no se da en Colombia, pues como le digo, acá hay subsidios para todos menos para el sector panificador”, precisa.
Destaca además que en Tuluá puede haber cerca de 300 puntos dedicados a la actividad, “una buena mayoría de ellos en medio la ilegalidad” expresó Rodríguez Lima.
“Mientras tengamos vida y salud seguiremos en la lucha y sacando adelante este legado de hacer empresa a pesar de las dificultades que hoy afrontamos”, añade este hombre, quien de paso desmitifica la versión de quienes dicen que el consumo de pan engorda. “Todo en exceso hace daño pero si balancea el consumo, el valor proteínico es inva-luable”, puntualiza.