La oligarquía colombiana reaco-moda sus jerarquías financieras y políticas. Luego del desplome del otrora poderoso Grupo Empresarial Antio-queño, GEA, que inició su derrumbamiento cuando en Medellín se comenzaron a caer edificios por evidentes fallas de cálculo en el diseño de los mismos, y que mostró el final del hueco con el desmadre de Hidro Ituango, donde, entre otras, se puso en evidencia la corrupción de la dirigencia antioqueña, que el alcalde Quintero se negó a dejar impune, ganándose el odio del pretendido señorío paisa y abriéndole una ancha avenida a la llegada del Grupo Gilinski, que se quedó con Nutresa que resultó ser la cereza del pastel.
Como consecuencia, en lo político, también naufragaron las estructuras de poder que detentaba el Centro Democrático. El estruendoso fracaso electoral apoyando a Federico Gutiérrez y luego a Rodolfo Hernández, quien acaba de ser sancionado por la procuraduría e inhabilitado por 14 años por corrupción en el caso “Vitalogic”, cuando se desempeñaba como alcalde de Bucaramanga, y la negativa de Álvaro Uribe Vélez a impedir con acciones de hecho, propuestas por algunos de sus seguidores, la toma de posesión de Gustavo Petro como presidente de los colombianos, crearon al interior de su partido dos vertientes irreconciliables, una liderada por el propio Uribe y otra dirigida por María Fernanda Cabal, situada a la extrema derecha del expresidente.
Situación política que es hoy insostenible, con la entrega a la fiscalía de las grabaciones hechas por Daniel García Arizabaleta, otro de los buenos muchachos de Uribe, donde Oscar Iván Zuluaga reconoce la entrada a su campaña de1.6 millones de dólares provenientes de Odebrecht.
Así las cosas, la nueva administración de los asuntos políticos de la voraz e implacable oligarquía criolla, la ha asumido Germán Vargas Lleras, quien aspira a convertirse en el Bukele colombiano.