La vocinglería de Benedetti en las grabaciones que le hizo Laura cuando él estaba en estado cataléptico, borracho o bajo la ira e intenso dolor, parece que no ha terminado y tiene visos de convertirse en un misterio avivado por su gran víctima, el presidente Petro.
El hecho de que la cancillería, en un documento firmado por el Secretario General, no por el ministro Leiva, haya derogado la aceptación inmediata de la renuncia de Benedetti como embajador en Caracas y prolongado su período hasta el 17 de julio, se presta para acrecentar el misterio. El que hubiese sido el propio canciller quien anunció la aceptación “porque a un drogadicto no se le puede creer”.
El que ni el embajador, ni Vicky ni nadie haya podido verificar la suma exacta que se le perdió a Laura. Y mucho menos que se haya dado siquiera una pista sobre la acusación que respaldaba un dizque informador anónimo, en el sentido de que esa plata era de Petro.
El que el mismo embajador en Caracas haya expresado en uno de los mensajes de Whatsapp privado que terminó leyendo todo el país, que él puede contar quien aportó 15 mil millones a la campaña presidencial.
Pero muy especialmente que en esa vocinglería se haya oído que el señor Prada, ministro del Interior, se enriqueció ejerciendo su cargo, y que por estos días se haya sabido de un contrato por más de 60 mil millones adjudicado a dedo desde ese ministerio.
Todo ello, aumenta el misterio sobre lo que todavía puede contar o callar el embajador. Y, más aún, prolonga el tire y afloje sobre si los procesos judiciales que le llevaban desde antes a Benedetti vayan y vuelvan de la Fiscalía a la Corte.
El misterio, empero, puede resolverse con un acto de prescripción o uno inhibitorio y un regreso de Benedetti como hijo pródigo al seno de Petro, encargándose de las funciones esenciales que hacía Roy Barreras.Todo puede suceder en la dimensión desconocida conque se maneja al país desde la Casa de Nariño o la revista Semana.