Como no podía faltar, la última salida al balcón del presidente Petro, el día del trabajo, la aprovechó toda la derecha para desdibujar el sentido del discurso, volviendo violenta y anti institucional la palabra “revolución” que enunció el mandatario.
Los mismos que se la pasaron diciendo que se iban del país si ganaba el tal “castrochavismo”, en su histeria colectiva hablaron del dictador que llama a acabar con todo aquel que se oponga sus reformas.
Leen bien, “reformas”, lo que ya de por sí desvanece el carácter subversivo del llamado presidencial a apoyar el cambio que ganó limpiamente en las urnas el año pasado.
Porque si el jefe de gobierno habló de algo revolucionario se refirió a la época dorada del liberalismo del siglo pasado, entre 1930 y 1945, cuando hubo gobiernos progresistas que le apostaron a la presencia del estado para alivianar las groseras desigualdades que han caracterizado a Colombia, entre ellos el de López Pumarejo que se conoció como “La revolución en marcha” en el que destacó el plan de reforma agraria, que luego trató de revitalizar en los 60s Lleras Restrepo pero fue hundido al poco tiempo por las élites con el Pacto de Chicoral, y que solo hasta ahora ya entrado el siglo XXI trata reivindicar el actual gobierno con el nombramiento de la nueva Ministra de Agricultura, y ex compañera de estudios, Jhenifer Mojica.
Apelar al apoyo popular en esencia no tiene porque llamar a miedos, pues ciertamente el soporte electoral del triunfo de este mandato fueron los sectores populares que se cansaron del régimen corrupto que siempre benefició a unos pocos, y que tuvo su mayor expresión con el estallido social que acaba de cumplir dos años (bien recordado por la vicepresidenta Francia Márquez) con epicentro en nuestro departamento del Valle del Cauca.
Pueden respirar tranquilos los nostálgicos del autoritarismo uribista, pues no hay ningún Bukele en la presidencia que aspire a tomarse con las armas el Congreso de la República. Eso sí, se defenderán las reformas sociales con el diálogo y la concertación, pero con el norte claro de que en la salud se acabará la intermediación financiera de las EPS, que los que ganen menos de tres millones mensuales cotizarán en Colpensiones, y que se recuperarán los derechos laborales perdidos en 2002 con Uribe de presidente, y en 1990 con Uribe de congresista.