Nació hace 45 años, en el occidente de Tuluá, y, según lo relata, su niñez y juventud transcurrió entre los barrios El Porvenir y Rojas donde es recordado por su alegría y espontaneidad.
Hoy, con nueve lustros a sus espaldas, se pasea por la ciudad a bordo de una motocicleta luciendo anillos grandes y dos cadenas muy similares al famoso blimbineo de los reguetoneros, pero paradójicamente lo suyo no es el perreo y el sandungueo, sino la música de Posada, Darío Gómez, el Charrito Negro y otros caballos de la música popular.
La lechuga llegó a su vida
Yesid recuerda con precisión como hace 23 años se encontraba en una bodega de la galería de Tuluá, cuando cayó al piso una hoja de batavia y se podría decir que fue amor a primera vista, pues se la puso y le gustó la sensación de frescura en su cabeza, la que siempre lleva rapada y luciendo un símbolo de Nike demarcado con precisión asombrosa.
Desde ese momento la lechuga se volvió en algo esencial para su vida, a tal punto que el día que no la lleva se siente vacío, es como si algo le faltara.
“No me hallo, me siento incómodo y me toca sí o sí ir a bucar un par de hojas, pues lo mío es un sombrero vegetal y doble faz” asegura Caicedo Sinisterra, quien aunque nació en las entrañas del occidente tulueño es hincha del Atlético Nacional, por infuencias de una familia paisa que conoció en los años mozos.
Todo un personaje
Es consciente que en la galería de Tuluá, espacio donde ha transcurrido gran parte de su vida, pues de niño cargó mercados en carretas hasta cuando fue contratado como ayudante de bodega y luego domiciliario, su nombre de pila desapareció y quien pregunte por Yesid no encontrará respuesta pues ahora es simplemente “lechuga”, el hombre más fresco de Tuluá.
Su jornada laboral los días de mercado empieza a las tres de la mañana, es decir se levanta a las dos, pues ahora junto a su esposa Sandra Lozano, una decoradora de fiestas y cuatro de sus hijos reside el corregimiento de Tres Esquinas, zona rural plana de la Villa de Céspedes y desde que sale de su humilde hogar hasta que llega a su sitio de labores lo hace cantando, pues la música y el fútbol son sus dos grandes pasiones.
Siempre feliz
Dicen quienes lo conocen de años atrás que casi nunca lo han visto triste y de hecho encontrárselo en las calles es sinónimo de alegría.
Siempre va sonriendo, tarareando o cantando una canción a todo pulmón, a tal punto que cuando por alguna razón no llega a la plaza de mercado su ausencia se nota.
“Es muy bonito ver como los clientes llaman a la bodega y piden que sea “Lechuga” el que le lleve el domicilio, pues yo llego cantando, no tiro la mercancía y si me toca se la acomodo en los sitios indicados, pues creo que uno se debe a la clientela”, afirma el hombre de contextura delgada y tez negra, color del cual, según sus propias palabras, se siente orgulloso por cuanto su alegría y sabrosura provienen de sus ancestros afrodescendientes.
Sueños por cumplir
En la actualidad paga arriendo en una casa que hace parte de una finca que alquilan para eventos sociales y que le han permitido comercializar para de esa manera mejorar sus ingresos, pues aunque su esposa le ayuda, no es fácil sostener un hogar con cuatro hijos casi adolescentes.
“Todos ellos son buenos muchachos y les gusta el fútbol, pero estoy trabajando para cumplirle el sueño a mi hijo Andrés, quien a sus 14 años muestra mucha calidad como delantero”, afirma Yesid, tras agregar que trabaja muy fuerte para darle unos guayos nuevos.
Pero a la par de ese sueño, este pintoresco personaje tiene otro y es adquirir una cabina de sonido con su respectivo micrófono, pues se siente con la capacidad de cantar y de hecho alguna vez por invitación del humorista Julián Madrid “`Piroberta” participó de un concurso de intérpretes y llegó a la final.
“Como le parece que el día que debía ir a pelear el título me fui a jugar fútbol y se me olvidó por completo y desde ahí me quedó la espinita de que con la música me puede ir bien” precisa Lechuga en su visita a la sala de redacción de EL TABLOIDE.