Por tradición, cada gobierno casi siempre, tiene como objetivo hacer una reforma tributaria, que le permita recoger recursos suficientes para cumplir con su programa de gobierno y adelantar su plan de desarrollo, de tal forma que el Estado fortalezca sus finanzas públicas y al mismo tiempo genere el bienestar pretendido y anunciado en las respectivas campañas electorales.
En nuestro país, ha sido costumbre, mirar hacia las grandes empresas en donde se presume se encuentran las grandes ganancias como también los grandes evasores de impuestos que camuflan de alguna manera sus ingresos en actividades que le pudieran disminuir sus tributaciones al fisco nacional.
Hay en Colombia tantas reformas tributarias, como gobiernos han pasado a través de la historia, si tenemos en cuenta el principio de que es el pueblo en general quien debe sostener el aparato estatal y esa enorme cantidad de leyes y decretos han permeado la recta intención de la mayoría de los empresarios, como también el sentimiento nacional, cuando la corrupción ha penetrado hasta la médula de los huesos oficiales y así no hay plata que resista ni alcance bajo ningún punto de vista.
Sin embargo, también es cierto, que desde hace algunos años atrás, tales reformas castigan de una manera impresionante y grave para sus finanzas, al sector productivo, porque el gobierno tiene su mira puesta en los gigantes evasores, y en la misma medida se ha permitido que los medianos y pequeños empresarios, que se encuentran en la mitad del sándwich, lleven la peor parte, porque aplican con un mismo rasero a todos, y la quiebra es inminente, por lógica matemática.
No es lo mismo una multinacional que una gran empresa y mucho menos se puede equiparar a aquella empresa mediana y pequeña que hace esfuerzos enormes por ascender en la escala productiva que tiene un pequeño personal adecuado a sus ingresos.
Son muchísimos los esfuerzos de los respectivos gobiernos por fortalecer estas empresas y actualmente hay un sector llamado de emprendedores que luchan a capa y espada cada día por sacar adelante sus proyectos y sueños, pero lo que hace con el codo lo borra con las manos, cuando presentan su respectiva reforma tributaria y allí viene el llanto y crujir de dientes de los que intentan salir a flote con sus propuestas de mediana y pequeña complejidad.
Hemos visto recientemente, el fallido intento de cientos y cientos de emprendedores que con ideas geniales se han ido al traste como consecuencia de una cantidad de imposiciones oficiales y no pueden arrancar de manera definitiva en sus proyectos. Sin mencionar el crecimiento del empleo informal, el rebusque, la pequeñísima empresa familiar y de garaje, que tratan de aumentar sus ingresos de alguna manera, hasta que los “toca” una pretendida reforma tributaria.