El año 2022 en su recta final está dejando cifras alarmantes respecto al homicidio de mujeres en el Valle del Cauca, varios de ellos encasillados en el rango de feminicidios y otros que son el resultado de la inmersión del sexo femenino en la actividad delincuencial.
Pero más allá de las cifras oficiales, de las estadísticas y los fríos números de los hechos en contra de las mujeres del Valle y el país, hay un tema que motiva estas líneas y que he bautizado “canibalismo femenino” y que tiene como insumos una frase que ya es un cliché entre las damas cuando afirman que el círculo más cercano de sus amigos son hombres.
Y justamente esta columna surge de la historia de una familia amiga que vio como una de sus integrantes debió dejar el trabajo en una importante tienda de ropa de Tuluá, pues literal no soportó la presión, los vejámenes y maltratos que sus “compañeras” de labores le hacían a diario sin que existiera una razón aparente. Lo triste es que esta es una historia que se repite todos los días en los entornos laborales, educativos y familiares, en los altos y bajos estratos sociales donde muchas mujeres tienen en las de su mismo género a sus principales enemigas, demostrando esto que el discurso feminista se está dando de dientes para afuera, pues mientras unas luchan por reivindicar derechos otras se están acabando entre sí.
En ese orden de ideas creo que las campañas en defensa de la mujer y sus derechos no deben parar, pero si reorientarlas a decirles a ellas, que el primer acto de machismo lo cometen cuando de manera deliberada y por momentos cruel se van lance en ristre contra sus compañeras de trabajo, estudio y familiares por el simple hecho de considerarlas más atractivas, porque son acuciosas, porque hablan mucho, porque no hablan, porque están con unos kilos de más y muchos argumentos más. A manera de conclusión podría decir que mientras se busca el enemigo afuera, este se encuentra dentro de cada mujer que convierte a su congénere en el trompo quiñador.