No es un secreto para el mundo que los métodos utilizados por Catar para hacerse elegir como la sede del actual mundial fueron corruptos, pues efectivamente los petrodólares en el capitalismo sirven para todo.
Tampoco que la organización del mundial y especialmente en la construcción de los estadios (muchos ya están siendo desmontados como cualquier circo) se sacrificaron centenares de vidas humanas sometidas a las inclemencias del clima desértico y a la explotación laboral.
Y mucho menos que es una nación árabe que por tradición vulnera los derechos humanos de las mujeres y la comunidad LGTBIQ+. Ni qué decir de la FIFA que obra como un órgano mundial que puede tener más poder que muchos estados en el planeta pero que a diferencia de estos últimos no tiene ningún control supraestatal, tanto que la única vez que sus dirigentes han podido ser enjuiciados penalmente es por una justicia nacional como la de USA que aprovechó el paso de sus dineros mal habidos por su sistema financiero para poder actuar.
Todo esto nos puede llevar fácilmente a la conclusión de que si eres “civilizado” deberías boicotear el mundial dejándolo de sintonizar.
Pero en las cosas del corazón las cosas no son tan fáciles, y una de ellas es el fútbol, el deporte más popular en el mundo y que a millones nos provoca las más encomiables felicidades, pero a la vez las más profundas iras.
Somos demasiado humanos como para conservar siempre la línea racional, y por ello ante este mundial de fútbol pueden haber excepciones, como lo explicó el profesor Rodrigo Uprimny, frente a nuestra responsabilidad en la defensa de los derechos humanos, pues una cosa es que personajes públicos e in fluyentes como el cantante Maluma o el periodista César Augusto Londoño justifiquen implícitamente el obrar catarí y de la FIFA participando del espectáculo, y otras que los ciudadanos del común, como nosotros, lo veamos desde nuestras pantallas con el mismo derecho que tienen otros de despotricar del fútbol con todos los argumentos válidos posibles.
En este sentido también hay que resaltar que la cantante Shakira se haya negado a presentar su show allá en el medio oriente, igual que el periodista Antonio Cassale que se negó a viajar y transmitir en vivo, y que por supuesto los suscritos sigamos deleitando el juego sagrado y haciéndole barra a Argentina y Brasil, sin abandonar nuestra postura crítica.