Ese es el dilema que enfrenta un padre cuando siente el deseo de trasladar a su hijo de una institución a otra de mayor o menor prestigio.
En la primera arista, están los que desean retirarlos de un lugar en el que, en algún momento, podría hacerse insostenible para sus finanzas personales; por lo que deciden ingresarlo en un instituto más económico, donde es menos probable que haya acoso escolar hacia el educando nuevo, ya que éste encaja con mayor facilidad en un entorno que le admira y le respeta por venir de un colegio costoso y superior.
En la segunda, están aquellos padres que, teniendo gran capacidad adquisitiva, prefieren que sus hijos estén en instituciones que sean más económicas; ello para optimizar sus flujos de efectivo, y al tiempo, beneficiarse de los grandes esfuerzos a nivel humano de los equipos docentes que demuestran en los resultados ICFES saber 11° un progreso notable cada año. Ello es garantía educativa a un mejor precio.
Estos deducen que, si un establecimiento pierde puestos después de haber estado de primero, es porque se relajan a pesar de cobrar tanto dinero; pero los que están ascendiendo, educan con mejores estrategias porque buscan superar a los colegios de la cima.
En la tercera, se ubican los que pasan de un extremo a otro, los que no pagan nada por la educación de sus hijos, pero cuando su empleo mejora, los llevan a los colegios más caros.
En este caso, lo más recomendable es hacerlo en los del párrafo anterior, para evitarles frustraciones a los hijos, por sentir que no encajan del todo a causa de aquellas cosas que no tienen, y que los demás perciben como elementos básicos del estatus social en el que viven.