En Espinal -Tolima caen varios palcos en guadua y madera donde se realizaban las corralejas por las festividades de ese municipio, accidente donde muchas personas quedan con múltiples fracturas, en el que tristemente mueren un bebé y un animal. Caballos maltratados, heridos y uno muerto deja cabalgata de la ciudad de Tuluá en el marco de las ferias. Más de 50 personas mueren por incendio en la cárcel de Tuluá.
La indolencia y las tragedias nos superan, en cada una de estas situaciones faltó prevención, diligencia, cuidado y humanismo. Sin ánimo de juzgar me pregunto ¿quién concedió los permisos en el Espinal, ¿quién reglamenta los espectáculos en los que participan animales?, ¿quién en su sano juicio deja que un animal caiga exhausto hasta morir? ¿quién en el Estado es el encargado de velar por las condiciones dignas de las personas que están privadas de la libertad? Son muchas las preguntas que cada hecho lamentable nos deja y que quedan sin resolver.
En Colombia el realismo trágico supera la ficción, perdimos la capacidad de asombro, de entristecernos, de digerir lo que nos sucede. No es posible que este tipo de cosas sigan pasándonos, solo basta recordar la tragedia de Armero y tantas más. Tenemos muchos retos como sociedad, Colombia es un país hiperlegislado, donde se legisla a partir de hechos ocurridos, la efervescencia, la presión mediática llevan a tomar al legislador primarios medidas tibias que no resuelven la raíz de los problemas y que serán letra muerta y un saludo a la bandera hasta que otro evento trágico ocurra.