Hay unos versos de Vicente Huidobro que reencuentro como epígrafe en este libro de poemas de Jorge Francisco Mestre, que dicen: “Aquél pájaro que voló de mi pecho/ ha perdido el camino”.
Porque en esta ópera prima de un poeta ginebrino por accidente, pero bogotano por su cercanía a los “copetones”, esas aves que son nuestros gorriones criollos, sus textos tienen que ver con esa poesía urbana que él llama acertadamente “Música para aves artificiales”.
“Conocí al poeta cuando preparábamos la edición número 45 de Luna Nueva, a mediados de 2019 y donde a regañadientes publicó sus primeros poemas, ya que estaba adelantando una maestría en Escrituras Creativas en la Universidad Nacional apuntando a descollar en el género narrativo.
Pero la poesía es así, te atrapa cuando menos lo esperas y para seducirte toma diversas formas, una de ellas, la de una publicación independiente que se hace desde la ciudad de Tuluá. A partir de dicha experiencia, exitosa experiencia diríamos, comenzó a preparar su primer poemario que hoy nos entrega editado en España por Valparaíso Ediciones.
“Y si bien, es una poesía que nos cuenta experiencias, sensaciones, reclamos, miradas, certezas y dudas, siempre está cobijada por una especial música y unas búsquedas formales que logran nuestra complicidad, mientras el poeta suelta la lira, y nos señala los orígenes del ruiseñor o el canario. O se confiesa un humilde artesano y entonces escribe: “vivo para vivir/ esta larga artesanía; y si me siento a trabajar/ me gusta llevar esta vida/ de pájaro carpintero/ que talla todos los días/ el nido, la casa, la obra/ en la que pueda descansar”. “O, sin reato, nos pone de manifiesto que es asiduo de recitales de música, pero poco de los recitales de poesía, porque en esos eventos se puede quedar muy sola, rodeada de la solemnidad de ciertas vigilias de duelo o abandonada a esos espesos silencios propios de las funerarias y sus inventarios de perdidas.