Desde siempre he sido un admirador de las canciones o frases cantadas de Facundo Cabral, el argentino tristemente asesinado en Centro América, y justamente escudriñando en sus canciones me encontré con esta frase: “Mi abuela decía: Habría que acabar con los uniformes, que le dan autoridad a cualquiera. ¿Qué es un general desnudo?, frase que por demás me pareció apropiada para el momento que vive el país, envuelto en un escándalo mediático luego que el general Zapateiro, comandante del Ejército Nacional, le respondiera en un trino a las insinuaciones del senador y candidato a la presidencia Gustavo Petro al hacer referencia a los supuestos casos de corrupción de los oficiales y su relación con las bandas criminales.
Como era de esperarse, la respuesta del general generó una tormenta en el país político, donde tirios y troyanos han expresado hasta la saciedad su opinión por el Twitter del señor comandante, exacerbando aún más los ánimos en una patria polarizada y donde lo que se diga o escriba puede ser un arma de doble filo.
Desde mi humilde punto de vista, creo que Zapateiro en su temperamento y manera de ser y sentir, dejó salir la condición humana al sentirse agredido en su calidad de máximo jefe de las tropas ante los cuestionamientos crudos y mordaces de un aspirante a la presidencia, que hay que decirlo, en muchas ocasiones le falta tacto o prudencia para opinar sobre las diferentes situaciones del país.
La reacción de los voceros del Pacto Histórico en todos los niveles fue la esperada, pues vieron en la calentura del general la oportunidad para victimizarse aún más e incluso profetizaron que en el hipotético caso de que Petro fuese ungido presidente por voluntad popular, quedaría expuesto a un golpe de estado.
Algo así como ensillar la bestia antes de tiempo. Sin que esté de acuerdo con los trinos de Zapateiro, debo decir que la respuesta a la tormenta que se armó está en la frase de la abuela de Facundo Cabral ¿Qué es un general desnudo?… un ser humano de carne y hueso, que siente y que responde cuando alguien que por demás viene de dejar las armas, las mismas que alzó en contra del Estado, cuestiona la moralidad de quienes con errores y aciertos le han servido a la patria.
Y cierro esta columna con un mensaje que me quedó hace mucho tiempo al tomar parte en los talleres ofrecidos por la FLIP y es que para poder hablar de paz y reconciliación tenemos que desarmar la palabra y esa es una tarea de todos.