Un error garrafal de los medios de comunicación social durante esta campaña electoral, fue olvidar olímpicamente que mañana se eligen congresistas.
Es decir, senadores y representantes que nos representarán en el poder legislativo y se dedicaron a entrevistar y medir el pulso a los candidatos que aspiran a la presidencia de la república, entre el grupo que integran la consulta y los otros independientes yes decir, convirtieron la jornada en presidencial totalmente, mientras que nadie, nadie absolutamente, conoce ni conocerá cuál es el programa de los nuevos y viejos representantes, salvo sus clientes de siempre, en otras palabras, toda la palabrería de los aspirantes al primer cargo, se quedará en pura pajarilla, pues quienes hacen y aprueban las leyes, se encuentran en el sagrado recinto de la “corrupción” desde tiempos antiguos y se dedican al “mercadeo” de la política, pagando y vendiendo favores a diestra y siniestra, tal como ha sucedido desde tiempos arcanos.
La única posibilidad, para que se realice el cambio tan anhelado, buscado y deseado por todo el pueblo colombiano, hastiado de la corrupción, la mentira y el clientelismo, es que esa mayoría que salió a protestar masivamente, antes y durante la pandemia, salgan a votar por los nuevos líderes que necesariamente surgirán, para adelantar el relevo generacional que cambie de raíz la forma de hacer política y entierren de una vez por todas, las mañas, los negocios y las mentiras de la inmensa mayoría de los que, en la actualidad, ocupan el antes honorable y glorioso altar de los héroes.
Una y otra vez, hemos dedicado páginas enteras, en sostener que la democracia se debilita a pasos agigantados, como consecuencia precisamente de aquellos que por años han sustentado el poder político y ahora se lamentan porque ven una presunta amenaza para derrumbar esa maquinaria infernal de la politiquería que ha hecho posible que se permea lo más profundo de las instituciones que nos rigen y que por supuesto defendemos a capa y espada.
No podemos permanecer impasibles ante tanto descalabro oficial, que es propiciatoria de las grandes marchas de protesta, convertidas erróneamente en vandalismo que condenamos, sino que es un imperativo moral luchar por el cambio de costumbres políticas ahora mismo, no podemos esperar para mañana, pues será demasiado tarde.
Ojalá que las protestas juveniles no se limiten al encierro de las redes sociales donde cómodamente se puede hacer y deshacer, pero sin adquirir alguna responsabilidad a la hora de la verdad.
Y a cualquiera de los candidatos que resulten elegidos este domingo, le corresponderá irremediablemente hacer el cambio esencial en el propio recinto congregacional, de lo contrario, continuaremos en el borde del abismo institucional y corre serio peligro el sistema democrático del país.