Cuando EL TABLOIDE salió por primera vez a circulación en 1975, el rostro en su portada fue el de una joven que acababa de conquistar al país con su belleza natural y carisma: Martha Lucía Echeverry Trujillo, Señorita Colombia 1974.
Aunque nació en Cartago, su infancia, juventud y formación estuvieron profundamente ligadas a Tuluá, ciudad que la acogió y donde su triunfo fue vivido como un orgullo colectivo.
Martha Lucía cursó el bachillerato en el Instituto Julia Restrepo.
Mientras estudiaba Administración de Empresas en la Universidad Santiago de Cali, se presentó al Concurso Nacional de Belleza representando al Valle del Cauca. Con apenas 18 años fue coronada Señorita Colombia, ganándose el corazón del país y el aplauso de toda Tuluá. Su conexión con la ciudad no era solo afectiva: su madre, Rosalba Trujillo, trabajaba como empleada en el Colegio Salesiano San Juan Bosco, institución emblemática del municipio.
En 1975 participó en Miss Universo, donde fue elegida Miss Fotogenia y logró entrar al grupo de las doce semifinalistas, llevando el nombre del Valle y de Tuluá al escenario internacional.
Su vida, sin embargo, tomó un rumbo distinto al de las pasarelas. Luego de un breve matrimonio con el empresario Juan Fernando Ulloa Cabal, atravesó dificultades económicas y regresó a vivir con su familia en Tuluá.
A comienzos de los años 80 trabajó como relacionista pública de la revista del América de Cali. Fue allí donde conoció a Miguel Rodríguez Orejuela, capo del cartel de Cali, con quien sostuvo una relación sentimental durante más de una década. Tuvieron una hija, Andrea, y durante años vivieron entre el lujo y la clandestinidad.
Tras la captura de Rodríguez Orejuela en 1995 y su posterior extradición a Estados Unidos, Martha Lucía se retiró por completo de la vida pública. No volvió a figurar en medios, ni a participar en eventos sociales o públicos. Desde entonces, lleva una vida discreta, alejada de los reflectores.
A 50 años de su coronación y del nacimiento de EL TABLOIDE, su recuerdo vuelve a estas páginas. Porque ella fue nuestro primer rostro, y porque su vida, con sus luces y sus sombras, también hace parte de la historia profunda de esta ciudad que la vio crecer y la celebró como su reina.